
Hoy vuelvo con más curiosidades sobre esos grandes escritores que nos encantan. El tópico del día: esas manías que los escritores no pueden dejar de lado.
Todos tenemos nuestras manías. Algunos más, otros menos. El hecho es que para quienes admiramos el trabajo de un autor, siempre nos cautiva o nos gusta conocer más sobre el proceso creativo, descubrir esos aspectos de su vida que parecen impensables por algunos.
Lo que resulta curioso es que todos los escritores tienen extrañas manías sin las que no podrían escribir.
Siempre he dicho que la cabeza de un escritor es un mundo lleno de posibilidades. Podríamos sorprendernos con todas esas rarezas o aspectos desconocidos de un autor al que admiramos muchísimo.
¿Y por qué negarlo? Los aprendices de escritores desde un principio empiezan a desarrollar manías. Ya sean horas particulares en los que la musa los tienta, o enormes cantidades de café a las que sucumbimos en busca de superar la página en blanco.
Así es, para todos los escritores noveles y los que no lo son, dejo esta lista llena de curiosidades y anécdotas con la que más nunca nos sentiremos solos o extraños en nuestro proceso de escritura:
El célebre Gabriel García Márquez es el encargado en encabezar nuestra lista. El autor necesitaba estar en una habitación con una temperatura determinada, además, en su mesa debía encontrar una flor amarilla, de lo contrario no se sentaba a escribir. Sus horas frente a las páginas en blanco siempre las disfrutaba descalzo, y se dice que si no estaba inspirado no escribía absolutamente nada. También creía que los caracoles detrás de la puerta, los pavo reales y las flores de plástico eran de muy mala suerte, de hecho solía evitarlos.
Por otra parte, Truman Capote escribía unas cuatro horas al día y realizaba dos versiones a lápiz antes de mecanografiar el manuscrito definitivo. Era muy supersticioso. Escribir en la cama era solo una de las supersticiones que mantuvo durante su vida. En el cenicero no podía dejar tres colillas al mismo tiempo, llegaba a guardar colillas en sus propios bolsillos para evitar llenar el cenicero. Los viernes no podía empezar ni terminar nada y solía sumar números en su cabeza de manera compulsiva.
Mario Vargas Llosa es maniático del orden y muy disciplinado. Empieza a escribir a las 7 de la mañana en casa, y por la tarde en una biblioteca. Tiene un orden obsesivo y su biblioteca se encuentra organizada con por curiosos motivos, ya sea por países e incluso por el tamaño de los tomos.
Para el afamado Philip Roth escribir es un trabajo que necesita mucho esfuerzo. En 1972 se trasladó a una casa del siglo XVIII en una parcela rural de Connecticut. Allí usaba una cabaña bastante antigua de huéspedes, en la que trabajaba después de desayunar y hacer ejercicio. Incluso en 1987 el escritor dijo “escribir no es un trabajo duro, es una pesadilla”.
Alice Munro era madre y ama de casa en los años 50. Por lo que no podía escribir más que cuando sus tareas domésticas se lo permitían. Era en las tardes cuando solía encerrarse en su habitación para escribir, aprovechaba que su hija pequeña dormía la siesta y la mayor estaba en el colegio. Fue en 1960 cuando la ganadora del Premio Nobel de la Literatura rentó una oficina para escribir, aunque la dejó cuatro meses después por del culpa del casero.
Isaac Asimov trabajaba 7 días a la semana, 8 horas al día como una jornada rigurosa de la que no escapaba. No descansaba ningún festivo ni tampoco los fines de semana. Su horario solía ser intocable. Cuando se dedicaba a escribir tenía una media de 35 páginas al día. Era uno de los autores a los que no le gustaba revisar sus escritos más de una vez dado que lo consideraba una pérdida de tiempo.
Arthur Miller fue uno de los autores que aseguraba no tener una rutina al momento de escribir. Después de escribir en su estudio cada mañana, se dedica a romperlo todo. Lo que sobrevive a la destrucción era el material que usaba para sus obras.
Henry James mantenía hábitos de trabajo, escribía a diario comenzando por la mañana, muy temprano, y acababa cerca de la hora de comer. Tuvo que dejar su pluma en los últimos años por un dolor de muñeca, a partir de entonces dictaba sus textos a un secretario que llegaba cada día a las nueve y media de la mañana.
Thomas Mann tuvo que conciliar su trabajo como escritor y la vida familiar. Tenía seis hijos, el ruido que conllevaba el tener tantas personas en la casa no fue ningún impedimento para convertirse en un gran autor. Mantuvo normas inquebrantables para establecer horas de silencio con sus hijos y de esta manera poder trabajar en sus escritos en los tiempos establecidos. Se dice que era un tanto obsesivo con los personajes que creaba y que leía lo escrito a su familia para pedirles consejo.
James Joyce se levantaba bien entrada la mañana y escribía por la tarde, según él era entonces cuando la mente estaba en su mejor momento. En 1914 cuando escribía Ulises, trabajaba en el libro todos los días, siguiendo su ritual de escribir por las tardes y en las noches fraternizar con sus amigos. Luego de siete años de trabajo, finalizo la novela y aseguró “calculo que debo haber pasado casi 20.000 horas escribiendo Ulises”.
Sin duda alguna muchas de estas manías resultan un tanto peculiares, pero estoy convencida de que todos escondemos más de una que nos avergüenza un poco.
Y tú ¿Conocías estas manías de unos escritores tan célebres y reconocidos? ¿Cuál es esa manía de escritor que escondes?
Comparado con ellos no estoy tan loco, solo me pongo a escuchar música disco y trato de, si no terminar un capítulo al día, al menos 1500 palabras.
En lo particular me extraña de Gabo, siendo periodista uno creería que se habría curado de esas manías.
Algunos consideran que Gabo creó un mito en torno a su figura, hasta entonces él mismo fue quien afirmó esto, también me resulta muy curioso. Saludos Memo.
Si, eso no me lo creo. Es como Faulkner, quien fingió ser herido en combate en la primera guerra cuando ni siquiera terminó el emtrenamiento.
¡Hola! Hacía bastante que no leía tu página y esta entrada me ha parecido genial. Yo en general no soporto escribir con música y me gusta no seguir exactamente lo que tenía pensado, sino improvisar. Espero seguir leyéndote. Nos vemos.
Muchas gracias Virginia, yo tampoco puedo escribir con música, nunca logro concentrarme. Me alegra que te gustara, saludos
Tengo poquitas manías. Para escribir preparo un vaso de vino tinto y escucho bandas sonoras de películas, fundamentalmente épicas (Hans Zimmer podría ser coautor de la mayoría de mis relatos). No sé, parece que al comenzar la música se despierta cierta sensibilidad interior. Tampoco es una manía, pero antes de escribir suelo garabatear la historia, apunto nombres y de ellos salen flechas con las acciones, o imagino actores para poner voz y cara a los personajes.
El artículo es maravillosísimo.
Saludos!
Me parece súper interesante lo que me comentas. Yo a mis personajes más que ponerles rostro de actores, los imagino como unos bocetos, no sé la razón jaja. Todos tenemos nuestras pequeñas manías, gracias por compartir las tuyas. Saludos
Muy curioso, pero en todos se ve una enorme disciplina para escribir. Eso debió ser lo que los hizo grandes. Buen post, no tenía idea de estas cosas hasta ahora.
¡Saludos!
Muchas gracias Cyn, me alegra que te gustara. Saludos
yo siento que quiero escribir, pero no tengo idea de como iniciar
¡Ánimo!