
El otro día analizando obras de escritoras, noté un fenómeno asociado al mundo de la literatura. Todos esos autores que, por una u otra razón han decido firmar sus obras bajo un seudónimo.
Ya sabía de algunos cuantos que habían recurrido a esto, sin embargo, al investigar más, debo admitir que tantos otros me sorprendieron. Y es que podríamos maravillarnos de todos los autores que alguna vez han decidido que su nombre no aparezca en la portada.
¿Por qué no utilizar mi nombre? Bueno, si bien en un principio todos mis relatos iban bajo la firma de Iris de asomo, por una cuestión que se debía más a que no quería que nadie conociera a la persona que estaba detrás de ellos, muchos escritores han preferido, en algún momento, firmar con otro nombre.
Ya sea por usar un nombre más llamativo o por poder publicar libremente siendo una mujer, para nadie es un secreto que han sido muchos los que han decido que su nombre no figure para mantenerse en el campo de lo desconocido.
Grandes plumas han pasado a la historia por el nombre que han decidido para firmar sus obras. Tan conocidos y leídos como Lewis Carroll o Mark Twain, así que, vamos a echar un vistazo a esta peculiar costumbre.
Currer, Ellis y Acton Bell
Las talentosas hermanas Charlotte, Emily y Anne Brontë comenzaron publicando sus creaciones bajo seudónimo, más por cuestiones de época que de anonimato. Fue en 1845 cuando decidieron publicar un libro de poemas que firmaron bajo los nombres de Currer, Ellis y Acton Bell. Este caso en particular, el nombre falso fue utilizado para escapar de los prejuicios de la época, y las consideraciones sociales que en el momento se pensaba sobre las mujeres escritoras.
Tras esta publicación, cada hermana se dedicó a escribir por su cuenta.
Robert Galbraith
El canto del cuco es la segunda novela para adultos de la conocida escritora J. K Rowling, firmada bajo el seudónimo de Robert Galbrith. La cadena británica BBC informó que la escritora envió el manuscrito a varios editores de forma anónima y fue rechazada por al menos uno de ellos.
Es un caso curioso. Rowling tras años de carrera se ha convertido en una de las escritoras más reconocidas, Harry Potter logró que su nombre fuera conocido en todo el mundo. Por lo que después de labrarse su nombre ¿por qué firmar bajo el anonimato? La escritora quería trabajar sin presiones.
George Eliot
Este es el nombre que empleó la escritora Mary Anne Evans. La autora decidió publicar su primera novela en 1850, y al igual que había ocurrido con las hermanas Brontë, consideró que firmar con seudónimo masculino era necesario para que su obra fuese tomada en serio.
En esta época, muy pocas mujeres firmaban bajo sus nombres, existía un fuerte prejuicio a las historias escritas por autoras, y más de una tuvo que recurrir a los nombres masculinos para que sus textos fuesen valorados por sí mismos. No quería ser vista solo como una escritora romántica.
Gabriela Mistral
Fue el seudónimo utilizado por Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, ganadora del Premio Nobel de la Literatura en 1945. La poetisa y educadora chilena se dio a conocer en los Juegos Florales de Chile en 1914 con su obra Los sonetos de la muerte. Firmados con el seudónimo de Gabriela Mistal, que nació de su admiración por dos autores, el italiano Gabriele d´Annunzio y el poeta Frédéric Mistral.
George Sand
Es el seudónimo de la escritora Amandine Aurore Lucile Dupin, baronesa Dudevant. Poco antes de cumplir los 30 años, la joven decidió cambiar su nombre para su debut literario en 1831, fue entonces cuando pasó a llamarse George Sand. Este hecho coincidió con su divorcio, y con su nueva apariencia. La autora utilizaba ropas masculinas para moverse con libertad en París. Quería que se le permitiera entrar los espacios públicos reservados para hombres. Aunque continuaba vistiéndose con prendas femeninas en reuniones sociales.
Su primera novela fue Rosa y blanco, escrita en 1831 en colaboración con Jules Sandeau.
George Orwell
Este es el reconocido nombre utilizado por el escritor británico Eric Arthur Blair. A partir de 1933 con su obra Sin blanca en París y Londres, empezó a firmar bajo el seudónimo de George Orwell no sin antes pensar en otros nombres que le daban vuelta a la cabeza. Finalmente se decidió por este, expresando que el nombre tenía vínculos hacia la tradición y la geografía inglesa.
Pablo Neruda
Fue el nombre escogido por el poeta Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto. Empezó a utilizar este seudónimo desde los 17 años, con el propósito (según dicen) de evitarle a su padre la molestia de tener un hijo poeta.
En 1923, publicó Crepusculario, y en 1924, publicó su famoso Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Pablo Neruda utilizó este nombre con el que firmó sus obras hasta el día de su muerte.
Mark Twain
Samuel Langhorne Clemens desde muy joven tuvo que desempeñarse en cualquier tipo de oficios, desde impresor, navegante y hasta periodista. Fue un popular y reconocido escritor y orador. Escribió obras de enorme éxito como El príncipe y el mendigo, y su muy conocida y alabada novela Las aventuras de Tom Sawyer.
En 1865 firmó un relato titulado La famosa rana saltarina de Calaveras como Mark Twain y fue en ese momento, cuando empezó a utilizar este nombre, con el alcanzaría su fama como escritor, y que utilizaría hasta su muerte.
Lewis Carroll
El escritor Charles Lutwidge Dodgson utilizó este seudónimo con el que firmaría su conocida Alicia en el país de las maravillas. A partir de 1855 empezó a publicar algunos poemas y relatos.
Lewis fue un apasionado de la lectura desde que era muy pequeño, aunque en sus estudios destacaba por las matemáticas. Esto no fue un impedimento para que incursionara en el mundo literario, donde atrajo enorme éxito gracias a sus escritos satíricos y humorísticos.
Su seudónimo nació gracias a que Charles decidió transformar su nombre y primer apellido al latín, Ludovicus Carolus, y lo tradujo al inglés de nuevo, lo que dio como resultado Lewis Carroll.
Y hay otros menos escandalosos, como Faulkner que cambiaba su apellido para firmar sus libros, o Gabo que usaba su segundo nombre.
Interesante artículo.
Totalmente de acuerdo Memo, este tema da para mucho y es bastante interesante. Gracias y saludos.
Buenas! Gusto en conocerte, y felicitaciones por tu blog, me resultó muy organizado y llamativo.
Te quería preguntar si estas en la plataforma wordpress, porque no me aparece el botón «seguir».
Hola Paula, un gusto saludarte. Sí el blog está alojado en wordpress el botón aparece con el lector. Nos leemos
Ya está resuelto. Aún así me sigue pidiento correo y correo electrónico para comentar…raro.
Saludos.
¡Buenísimo!
Gracias Fabio, saludos
Muy buen artículo!! No sabía que todos esos autores usaban seudónimo. Hay una escritora española del siglo XIX, Cecilia Böhl de Faber, que utilizaba el seudónimo de Fernán Caballero. Es muy significativo que las mujeres casi siempre se pongan seudónimos masculinos…
Muchas hacia Mayte! Me apunto a Cecilia porque no conocía de ella, mil gracias por el aporte. Saludos
¡Vaya! interesantísimo artículo, te sigo desde hace tiempo, pero no suelo comentar porque por lo general solo tengo que decir que el post me encanta. Así que, en su lugar te comparto por mis cuentas, y te recomiendo a mis amigos 🙂
Esta vez sé de una escritora que se cambió el nombre, nació en 1902 y se llama Ester Huneeaus Salas, aunque firma como Marcela Paz.
Admito que tuve que buscar su nombre real, porque no lo recordaba. y, por la época en que nació me resulta lógico que se cambie de nombre… Lo que me parece curioso es que no se haya cambiado de sexo siendo que, como referían más arriba, todas se lo cambiaban para poder publicar con más popularidad al ser barones.
Para mí es todo un misterio el porqué lo hizo, y pienso investigarlo; y es todo un regalo que haya escrito porque, aunque no sea muy famosa, es una buena escritora de literatura infantil y juvenil. Yo no aprendí a leer con Harry Potter, con Harry aprendí que hay magia detrás de cada historia; Amé la lectura con Papelucho de marcela Paz, con sus 12 libros que son toda una joya de humor y de imaginación.
Un abrazo.